El muro de la obesidad


Al escuchar la palabra “obesidad” u “obeso”, ¿qué imagen te viene a la cabeza? Quizá la de una persona con grandes dimensiones, que le cuesta caminar, comiendo comida “basura”, … “Son personas que se han abandonado, que están dejadas. El problema es que ingiere más calorías de las que gasta, así que para solucionar el problema lo que tiene que hacer es cerrar la boca y moverse, hacer ejercicio. Aunque hay personas que si adelgazasen ya no serían ellas, dejarían de estar alegres.”

Podríamos seguir exponiendo más estereotipos, pero creemos que con ese resumen es más que suficiente para entender lo equivocada que está la sociedad en general sobre este problema de origen multifactorial. Y aquí nos encontramos con uno de los muros contra los que se enfrentan las personan con obesidad.

Para empezar, se trata de un problema de salud, no estético, que además aumenta las probabilidades de padecer otras enfermedades. Para seguir, no todas las personas que la sociedad puede considerar estéticamente como “gordas”, tienen un peso insaludable. Y en cualquier caso, uno no es obeso, puede estarlo o no. No forma parte de su personalidad, por lo que puede decidir cambiar, porque está en sus manos. Al mismo tiempo que puede decidir no hacerlo, que es tan lícito como querer cambiar. Y si lo decidiera y bajara de peso, no dejaría de ser él/ella mism@ ni tendría por qué dejar de “estar alegre” (si es que realmente lo estaba antes).

En cuanto a las causas de la obesidad, como hemos mencionado anteriormente, pueden ser varias. Una de ellas es ingerir más calorías de las que se queman. Cierto. Pero, ¿por qué ocurre esto?

Detrás de muchos casos de obesidad y sobrepeso se esconde un Trastorno por Atracón. Las personas que lo padece se dan atracones de comida pero a diferencia de en los casos de Bulimia Nerviosa, después no intentan compensar las calorías ingeridas durante el atracón. Como consecuencia, aumentan de peso. Este trastorno no es muy conocido. De hecho, su clasificación dentro de los Trastornos de la Conducta Alimentaria (en adelante, TCA) en el manual diagnóstico DSM V es bastante reciente (2013). Por lo que muchas personas que sufren este trastorno no saben que se trata de un TCA.

Hay quienes conscientes de que lo que les ocurre es un problema psicológico, buscan este tipo de ayuda. Pero muchas otras personas, acuden tan solo a un nutricionista, quien les pone una dieta, que puede que sigan, incluso que mientras estén a dieta cesen los atracones, ¿pero cuando termina la dieta qué?

Hay casos en los cuales la persona interioriza hábitos nutritivos adecuados, y los ha instaurado en su día a día, pero desgraciadamente estos suelen ser la minoría. En la mayoría de los casos, suelen volver al punto de partida, con su consiguiente aumento de peso y de sensación de fracaso también…

Por lo que la solución no está en “cerrar la boca”, en prohibir o prohibirse comer ciertos alimentos y hacer una dieta extricta. Sino en “abrir los ojos”, en darse cuenta de que moverse en los extremos, “blanco o negro”, “dieta extricta o caos”, no funciona. La solución pasa por buscar un equilibrio. Ese equilibrio es la salud. Lo contrario de obeso no es delgado, sino sano.

Y “la salud no es solo ausencia de enfermedad, sino un estado completo de bienestar físico, mental y social“ (OMS).

Teniendo en cuenta que la salud engloba todos los ámbitos y que la obesidad es un problema de origen multifactorial, es lógico pensar que su tratamiento también debe ser multi o inter-disciplinar. Por lo que además de la figura de un nutricionista para asegurar la salud física, el apoyo y acompañamiento durante el proceso de un psicólogo, haya o no un TCA, es fundamental.

Además de trabajar el ámbito nutricional y picológico de manera conjunta, es igual de imprescindible trabajar el ámbito deportivo, ya que éste también es de vital importancia a la hora de adquirir unos hábitos saludables.

Hay casos en los que no hay ningún problema para que la persona con sobrepeso/obesidad empiece a hacer ejercicio físico, pero en muchos casos empezar a hacer deporte es algo que suele costar. Por un lado, porque físicamente se sienten limitados. Y por otro lado, a veces está el añadido de la vergüenza que sienten ciertas personas al hacer deporte en público. “Me van a mirar, se van a reír de mí, van a pensar qué hace un/a gord@ como yo haciendo deporte…”

Y por desgracia, tienen motivos para pensarlo, ya que la sociedad tiende a tener una imagen negativa sobre las personas con sobrepeso/obesidad. Es otro de los muros ante los que se encuentran las personas que lo padecen: el rechazo por su peso.

Vivimos en una cultura que ensalza la delgadez, que relaciona la delgadez con la belleza y a su vez, la belleza con el éxito y la felicidad. Nada más lejos de la realidad. Pero “la industria de la belleza” sabe que las personas que se sienten plenas y seguras de sí mismas no consumen tanto sus productos así que para eso es mejor crear personas inseguras, y hacerles creer que les falta algo, y que ellos tienen la solución para todos sus “problemas”… Además, el canon de “belleza ideal” tanto en mujeres como en hombres es tan reducido, que lógicamente muchísima gente se queda fuera de él. Y se esfuerza a lo largo de su vida, a menudo a costa de su salud, para encajar en él.

La difusión de este ideal estético, asociado a belleza y éxito, favorece la aparición de actitudes y comportamientos “anti-obesidad” que incrementan las posibilidades de discriminación y marginación de las personas con sobrepeso u obesidad, aumentando el riesgo de sufrir problemas psicológicos y sociales.

Por suerte, esto parece que poco a poco empieza a cambiar y se van creando movimientos que apuestan por la variedad de la belleza real y no “ideal”, donde caben distintas formas de cuerpos, pesos, tallas, estaturas, tonos de piel, … Pero aún queda mucho camino por recorrer.

Volviendo al ejercicio físico, hay otras personas a las que estos estereotipos no les limitan y hacen ejercicio físico sin complejos. Y desterrando otro mito, a priori parece lógico pensar que tener más peso, disminuye la movilidad y la agilidad. Pero hay personas con sobrepeso que están más en forma que otras con menos kilos. Una vez más, queda demostrado que más que una cuestión de peso, es una cuestión de salud y también de entrenamiento…

Pero es importante que escojamos hacer un tipo de deporte con el que disfrutemos, que no lo hagamos únicamente por motivos estéticos.

A la hora de practicar deporte, la presencia de un preparador físico cualificado es de gran ayuda para adquirir y/o mantener otro de los ingredientes que incluye la salud física: el ejercicio, el cual también ayuda a mantener y mejorar la salud mental, al igual que la buena alimentación.

No tenemos un cuerpo separado de una mente, ni una mente separada de un cuerpo. Los dos son uno. El cerebro es un órgano más.

Por todo ello, para ir derribando esos muros y construir una nueva forma de ayudar a las personas que padecen sobrepeso/obesidad, un trabajo en equipo resulta imprescindible.

Pero he aquí un muro más ante el que nos encontramos tanto profesionales como pacientes: el económico. A las personas que demandan estos servicios, si el solo hecho de seguir un tratamiento ya les supone un esfuerzo, a menudo también les supone un esfuerzo económico… Y a algunos profesionales también les supone un esfuerzo ajustar más sus tarifas para poder ofrecer un servicio que incluya distintos profesionales a un precio asequible, teniendo que hacer frente a todos los gastos derivados del ejercicio de su profesión (cuota de autónomos, colegiación, seguros, alquiler de despachos, facturas varias, …).

Por lo que sabiendo que la obesidad es uno de los problemas de salud con más prevalencia a nivel mundial, que España es uno de los países con mayores índices de obesidad y que esto va en aumento, la ausencia de un dietista-nutricionista dentro de la sanidad pública es ilógica e inaceptable. Si es un problema de salud, también debería de poder tratarse dentro de la sanidad pública.

Actualmente, quien suple esa función es el médico de cabecera o el médico endocrino. Pero a no ser que estos se hayan formado en el campo, ninguno de los dos son nutricionistas. También es necesario que al menos, ya que son ellos quienes se encargan de ello, esperamos que solo de momento, se conciencien de la necesidad de este trabajo interdisciplinar.

Nos hemos encontrado más de una vez en la situación de tener que explicar a un médico la importancia de trabajar de manera conjunta distintos aspectos a la hora de tratar el sobrepeso/obesidad, ya que normalmente la primera reacción suele ser “un psicólogo, ¿para qué?”. Por ello, con este artículo también queremos concienciar a distintos profesionales de la necesidad del abordaje tanto psicológico como nutricional de la obesidad.

A menudo las dietas fracasan porque no se tienen en cuenta los factores psicológicos y emocionales implicados en el inicio y mantenimiento del problema.

Y es que el mayor muro de la obesidad no se encuentra fuera, sino dentro, el mayor muro es psicológico. Detrás de los conflictos con la alimentación y en concreto, de las dificultades para adherirse a una dieta, en algunos casos de personas con sobrepeso u obesidad, (con o sin un Trastorno de la Conducta Alimentaria), subyacen diferentes variables psicológicas que hacen que esas dificultades se mantengan en el tiempo:


–Ignorar las consecuencias negativas que puede ocasionar el sobrepeso y la obesidad en la salud.


-Aún teniendo el conocimiento de las mismas, mantener una actitud pasiva ante ello.


-Creencias limitantes: como creer que “uno es así y no puede hacer nada por cambiar”, “que va tener que estar toda la vida a dieta”, …


–Justificaciones, excusas: es por los genes, el metabolismo, las hormonas…


-Estado anímico depresivo


-Dificultad para controlar los impulsos


-Dificultad para hacer frente a situaciones estresantes


–Insatisfacción con el propio cuerpo, imagen corporal negativa


-Baja autoestima


-Dificultad para identificar sus propios sentimientos y emociones, y para expresarlos. Tendencia a callarse y guardarse las cosas, a “tragar”.


–Dificultad para identificar sus propias sensaciones, no pudiendo distinguir entre hambre y saciedad, ni entre hambre y emociones diferentes, como la ansiedad.


–Ingesta emocional: comer por sentir ansiedad, aburrimiento, rabia, ira, soledad, frustración, indecisión, culpa, vacíos…. Comer para premiarse, comer como forma de compensar insatisfacciones en algún área de la vida (trabajo, vida afectiva, amistad, ocio) y comer como vía de escape para no pensar en los problemas existentes, es decir, como forma de evitación.


-Disonancias cognitivas: tensión o incomodidad que percibimos al tener dos ideas contradictorias o incompatibles entre si, o cuando nuestras creencias y valores no están en armonía con lo que hacemos (ayudar a un familiar o a una amiga cuando no queremos hacerlo o preferimos hacer otro plan, por ejemplo).


-Obesidad como forma de evitar situaciones deseables: la obesidad funciona como barrera para no hacer aquello que supuestamente haría si no la tuviera. Es decir, subyace un miedo a la vida social, sexual, a entrar en una etapa nueva de desarrollo, a la intimidad psicológica y afectiva de la vida en pareja…


-Falta de motivación: no encontrar una motivación suficiente para cambiar, no encontrarle sentido al cambio.


-Miedo al cambio.


-…


A menudo tendemos a buscar la solución fuera (productos adelgazantes, banda gástrica, reducción de estómago…), cuando está donde menos esperamos encontrarla: dentro de nosotr@s mism@s.

Si por el motivo que sea no quieres cambiar, como hemos dicho, es tan lícito como querer hacerlo. Es tu decisión. Pero asegúrate de que no sea por ninguno de los motivos anteriormente mencionados, que no sea por intentar “protegerte” tras esos muros, que quizá en lugar de protegerte, te aprisionan.

Si realmente sí quieres hacerlo, asegúrate de querer hacerlo por y para ti. Y no por agradar a los demás, o por sentirte de alguna manera obligad@ o presionad@, porque lleven años diciéndote que “debes adelgazar por tu salud, que te verías mejor, …. “

Si quieres dar el paso de cambiar y lo quieres hacer por ti, primero has de empezar por aceptarte tal y como eres y como estás en este momento. Aceptar no significa resignarse, sino estar en paz, tranquil@ con lo que tengo y soy. Es más, mientras no lo acepte, no podré cambiar, porque estaré luchando contra ello.“Paradógicamente, solo cuando me acepto tal y como soy, entonces puedo cambiar” (Carl Rogers). “Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma” (Carl G. Jung).

Así que empecemos a derribar esos muros desde dentro. Y desde fuera, ayudémosles a hacerlo con comprensión, cariño y paciencia, sin culpabilizar ni “echar la bronca”. Y acompañémosles en el proceso desde distintos puertos, pero remando en la misma dirección.

Judith Etxezarreta y Nerea Gomez (nutricionista y psicóloga).

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