CUANDO YA NO PUEDO O QUIERO PODER MÁS






Hablemos del síndrome del bournout o síndrome del quemado. Se produce cuando una persona siente una sobrecarga de trabajo, bien sea en el ámbito laboral como familiar. Habitualmente se ha asociado este síndrome al trabajo, y es más frecuente en trabajos vocacionales y/o relacionados con la sanidad.

También se da en personas que están a cargo del cuidado de otras, por alguna enfermedad, discapacidad, … Y por supuesto, aunque no es tan común que se asocie a padres y madres, también es frecuente que ocurra.

Es lógico, ya que aunque se diera exclusivamente en el ámbito laboral, acabaría afectando a la vida social y familiar de la persona afectada.

Ocurre cuando las personas estamos sometidas a un estrés constante y continuado. Nuestro cuerpo nos está diciendo a gritos que paremos. Cuerpo y mente se niegan a seguir, no podemos ni queremos poder más.

Las personas que lo sufren, se sienten agotadas, quemadas, sienten que no tienen tiempo para ellas, que no se están respetando, están enfadadas o irritables, sienten ganas de llorar, …

Estos pueden ser los síntomas que pueden indicar que lo sufrimos:

-Apatía: esa sensación de que te da igual todo, de que has perdido interés incluso por las cosas que antes te interesaban muchísimo.

-Cambios en el apetito y peso: algunas personas tienden a comer más y en consecuencia, a coger peso. A otras al contrario, “se les cierra el estómago”.

-Estrés, ansiedad.

-Tristeza, ganas de llorar sin motivos aparentes.

-Aislamiento social: no les apetece salir, prefieren quedarse en casa y se encierran en sí mismas.

-Insomnio / Somnolencia

-Dificultad para concentrarse

-Enfermedades y/o dolores frecuentes

Las consecuencias por lo tanto, afectan tanto a la salud física como psicológica y pueden ser graves.

¿Qué podemos hacer para romper con ese círculo de negatividad y agotamiento en el que nos vemos sumergidos?

-Aprender a gestionar nuestro tiempo, priorizando lo que realmente es “importante” y “urgente”: tanto en el trabajo como en las tareas cotidianas. En el caso de l@s padres/madres, l@s niños no necesitan padres y madres perfectos, sino sanos, equilibrados, felices, … Al cabo de los años no recordarán cómo de reluciente y ordenada estaba la casa, sino los momentos que hayan compartido con sus padres.

-Delega, suelta las cargas que no te corresponden y pide ayuda si lo necesitas: esta característica es muy frecuente en personas hiper-responsables, perfeccionistas, exigentes, … Guardemos la capa de super woman/man durante un buen rato y ya veremos cómo sí somos capaces de relajarnos.

-Aprende a decir no a los demás y sí a tí mism@: las buenas personas también dicen que no en el trabajo, a sus hij@s, padres/madres, amig@s, … No es cuestión de egoísmo, sino de autoestima. Quizá los consejos que propusimos en este artículo te sirvan.

-Asegúrate de tener espacios y tiempo para ti, de dedicarte tiempo a ti mism@, y úsalo como realmente quieras: hacer ejercicio, algún otro hobbie, socializar, … Para parar y relajarse, no es necesario tumbarse y meditar. Ahora, si eso te ayuda, perfecto.

-Procura llevar un estilo de vida saludable, para cuidarte y respetarte: alimentación, ejercicio, descanso, …

Las posibles soluciones propuestas pueden parecer y ser demasiado simples. Ahí está la dificultad, “ser feliz es simple, lo difícil es ser simple”. Simplifiquemos 😉

Nerea Gomez, Psicóloga en Kaizen

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