Es bien sabido que la obesidad es una de las enfermedades con mayor incidencia y prevalencia de nuestro tiempo. Y desgraciadamente, cada vez afecta a más niñ@s. En el año 2014, el 34% de l@s niñ@s en edad escolar en España tenía obesidad o sobrepeso. A día de hoy, según el INE (Instituto Nacional de Estadísticas) el 20% de l@s niñ@s españoles tienen sobrepeso y el 9% tiene obesidad. Este porcentaje es terrible y lo es aún más que siga aumentando. Más aún con la crisis económica, ya que los alimentos y productos más baratos son a menudo los menos saludables.
A día de hoy, de l@s niñ@s menores de 5 años que hay en todo el mundo, cerca de 42 millones padecen sobrepeso u obesidad. Y en el año 2025 se estima que llegará a los 70 millones. Aunque esas estimaciones podrían cambiar si empezamos a cambiar también lo que hagamos a partir de ahora. El futuro depende de lo que hagamos hoy.
Y nos conviene cambiarlo realmente. La obesidad no es un problema estético, sino de salud. Y además, puede ocasionar otros problemas de salud a su vez, tanto físicos (colesterol, hipertensión, enfermedades cardio-vasculares, diabetes, problemas musculares, …) como psicológicos (baja autoestima, imagen corporal negativa, …) y sociales (rechazo, problemas para relacionarse, …). Y en consecuencia, también problemas económicos, ya que las personas que padecen sobrepeso/obesidad probablemente gastarán una cantidad de dinero considerablemente mayor durante toda su vida en diferentes médicos, comparando con una persona que esté sana.
En cuanto a las consecuencias psicológicas y sociales cabe mencionar también que estas suponen un factor de riesgo para desarrollar un Trastorno de la Conducta Alimentaria en la adolescencia.
Por todo ello, debemos empezar por reconocer que la obesidad infantil es un problema, sin restarle importancia a ese sobrepeso, y responsabilizarnos de él.
La obesidad es una enfermedad multifactorial. Es decir, son distintos factores los que favorecen su causa y mantenimiento. Algunos de esos factores no podemos controlar o cambiar como por ejemplo, nuestra genética. Otros factores como nuestra alimentación y el ejercicio físico, sí que están en nuestras manos y los podemos cambiar.
Pero en el caso de la obesidad infantil, la situación es un poco más compleja, ya que todos estos factores no están bajo el control del menor. Pero los padres o adultos responsables de él/ella sí que pueden hacer algo para prevenir y tratar la obesidad infantil. Para empezar, dándole el peso necesario a este problema, nunca mejor dicho.
¿Qué pueden hacer l@s padres/madres para prevenir la obesidad/sobrepeso de sus hij@s?
–Predicar con el ejemplo. Ser un modelo adecuado a seguir en distintos niveles: alimentación, ejercicio físico, emocional, …
–El cambio de alimentación lo llevará a cabo toda la familia, independientemente de que el resto tenga problemas de peso o no. Y el cambio se hará en casa. Si el/la niñ@ come en la escuela, lo hará como el resto de compañer@s.
–No prohibir ningún alimento. Mejor directamente no tener ciertos alimentos o productos en casa y en su lugar poner a disposición del niño una variedad de alimentos saludables.
–La buena alimentación comienza en la compra. Los padres son los que deben decidir qué productos y alimentos entran en casa.
-Los padres decidirán qué se come en casa y cuándo.
–No debemos cambiar un plato por otro ni dar a escoger entre distintos menús. Evitaremos funcionar como un menú de día de restaurante. Es una forma saludable de poner límites, y l@s niñ@s los necesitan.
–Servir las raciones directamente en el plato.
–Establecer un horario y un tiempo para comer.
-Respetar las 5 comidas diarias.
-Darles alimentos para almorzar y merendar en lugar de productos. No debemos tampoco darles dinero para que se lo compren ellos.
–Para beber agua, evitaremos los refrescos y zumos envasados.
–Las preferencias nutricionales se desarrollan mediante aprendizaje. L@s niñ@s tienden a rechazar los alimentos nuevos. La exposición repetida a estos alimentos, en diferentes formas, es un recurso eficaz (siempre que no exista ninguna intolerancia ni alergia). Se estima que son necesarios unos 10 intentos para comprobar si realmente le gusta o no el alimento rechazado. Así que paciencia y perseverancia, pero sin obligar, desde el respeto.
–Hacer partícipes a l@s peques de la elaboración de las comidas, sobre todo de las que más les cuestan.
–Respetar su sensación de saciedad. No forzarles a comer más. Si pasado un rato tienen hambre, ofrecerles algún alimento saludable. Debemos preocuparnos más por la calidad del alimento que por la cantidad. Además, l@s niñ@s, desde que nacen, regulan de manera innata sus sensaciones de hambre y saciedad. Pero si les forzamos a comer más de los que necesitan, pueden perder esta capacidad, lo cual puede llevarles a desarrollar problemas de sobrepeso u obesidad.
–Evitar utilizar la comida como premio o como moneda de cambio para fomentar una conducta deseada. También evitaremos utilizarla como castigo.
–Realizar las comidas en familia, siempre que sea posible. Y aprovechar para compartir las anécdotas del día, para comunicarse. Dejaremos a un lado las discusiones.
–Evitar comer delante de la TV o mientras realizamos otra actividad. Comer de manera consciente.
–Limitar las horas de TV. No conviene ver más de hora y media al día. Escoger con el/la niñ@ qué programas ver.
-Limitar también las horas de videojuegos.
-Introducir el ejercicio físico en las rutinas diarias: ir caminando a la escuela, coger las escaleras en lugar del ascensor, promover actividades no sedentarias con otr@s niñ@s, …
-Enseñar a l@s niñ@s a hacer frente a la estigmatización de la obesidad, promover el respeto ante distintas formas de cuerpos.
-Enseñarles también a tener una imagen corporal positiva, empezando por hablar de manera positiva sobre nosotros mismos y sobre los demás.
-Enseñarles a ser menos críticos con ellos mismos y más con la publicidad, la manipulación de los medios, la presión social, …
-Enseñarles a identificar, gestionar y expresar sus pensamientos y emociones de forma saludable. Para eso, primero debemos aprender a hacerlo nosotros.
-Apoyarles en lugar de controlarles, respetando su propia individualidad.
Recordemos que el mejor ejemplo debemos darlo nosotros. Los padres son el primer espejo en el que se miran l@s hij@s. Procuremos que la imagen que le devuelva el espejo sea saludable, convirtiéndonos nosotros en el adulto en el que se convertirá él/ella en un futuro.
Judith Etxezarreta (Nutricionista) y Nerea Gomez (Psicóloga Sanitaria)
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