9 MOTIVOS POR LOS QUE FRACASAN LAS DIETAS


Es muy habitual escuchar este tipo de frases en las consultas de dietistas-nutricionistas: “he hecho muchísimas dietas, llevo toda mi vida a dieta, he probado de todo. Si yo la teoría ya me la sé, todos sabemos lo que hay que comer y lo que no, pero luego, caigo…”. Es el discurso de muchísimas personas, a menudo mujeres, que como ell@s mism@s dicen, “la lucha contra la báscula es la historia de su vida”, y no consiguen ganarle la guerra a esos kilos de más, porque hay “algo que falla”. ¿Qué puede ser?

1. Información y creencias erróneas en torno a la nutrición, mitos nutricionales:

Hoy en día disponemos de muchísimas fuentes de información y también de desinformación. Quizá creemos saber mucho sobre nutrición porque hemos hecho muchas “dietas” y hemos leído mucho sobre el tema, ¿pero han sido estas dietas adecuadas, saludables, equilibradas, personalizadas? ¿Y ha sido fiable, segura, certera esa información ?

2. Connotación negativa de la palabra “dieta”:

¿Qué es una dieta? A menudo asociamos la palabra dieta con adelgazar y esto con privación de alimentos, restricciones/prohibiciones, hambre, castigo, incomodidad, …

Sin embargo, la palabra dieta, que proviene del griego díaita, significa “modo de vida”, y hace referencia a la cantidad de alimento que consume un organismo en un periodo de 24 horas. Se considera equilibrada si aporta los nutrientes y energía en cantidades que permiten mantener las funciones del organismo en un contexto de salud física y mental.

Por lo cual, si acudimos a un dietista-nutricionista y este nos propone una dieta, lo que nos estará proponiendo será un modo de vida equilibrado que garantice nuestra salud física y mental. Lo cual no deja lugar al hambre e implica un cambio de nuestro modo de vida, lo cual además de la alimentación, incluye otros aspectos como el ejercicio físico, nuestra actitud, nuestros pensamientos, …

3. Plantearnos el proceso de dieta como una “lucha” o “guerra” contra la báscula: contra esos supuestos kilos de más y en definitiva contra nosotr@s. No se trata de ir en contra de lo que no queremos. Centrémonos en lo que sí queremos: cuidarnos para sentirnos bien, aceptarnos, querernos, gustarnos, … ¿Suena diferente, verdad? No se trata de un castigo, sino todo lo contrario: de un acto de amor propio y autoestima que implica que nos tratemos bien. Para ello, primero hemos de dejar de estar enfadad@s con nuestro cuerpo y aceptarnos tal y como somos y estamos; y solo entonces, si hay algo que nos gustaría cambiar a mejor, hacer lo que esté en nuestras manos para lograrlo.

4. Prohibir ciertos alimentos:

A veces, erróneamente, es el mismo dietista-nutricionista quien hace una lista de alimentos prohibidos y permitidos. En otras ocasiones, es la misma persona que acude a ese servicio quien a pesar de no existir prohibición alguna, se autoimpone esas limitaciones. ERROR. Nos rebelamos contra esa imposición y la hace más deseable. Es preferible que nos demos ciertos permisos aunque eso implique un cambio más lento, porque aumentará las probabilidades de que sea duradero. Quizá podamos pasar 3 meses sin probar “x” que nos encanta, pero estaremos deseando que la “dieta acabe para poder comer lo que nos dé la gana”. Y si volvemos a comer como antes, ¿qué pasará?

5. Usar los términos “tengo que, (no) debo/ (no) debería, (no) puedo, …”:

¿Quién te está obligando a punta de pistola a comer “a” o “b”? Exacto, nadie, eres TÚ quien DECIDE QUÉ QUIERES COMER y qué no en todo momento. Si nos lo planteamos como una obligación, aunque sea autoimpuesta, al igual que ocurre cuando nos prohibimos algo, despierta nuestra parte rebelde. Sin embargo, si lo vivimos como una decisión consciente que hemos tomado, aumentará nuestra motivación y aceptaremos mejor las consecuencias que esto nos pueda suponer (como por ejemplo, decir que no a ciertas tentaciones en ciertos momentos).

6. Plantearse como objetivo adelgazar o hacer dieta:

Pongámonos en situación. Supongamos que nos hemos propuesto adelgazar “x” kilos o hacer dieta, y ya hemos llegado a ese peso. Si en el proceso hemos cambiado nuestra dieta (haciendo buen uso de esta palabra), es decir, nuestros hábitos y estilo de vida; genial, ya que será más probable que mantengamos el peso bajado. De lo contrario, si volvemos a hacer lo que hacíamos antes de comenzar, volveremos a estar como antes de comenzar, incluso con algún kilo de propina. Además, como la palabra dieta a menudo tiene una carga emocional, ya que va asociada a experiencias negativas y lo asociamos con cosas negativas, plantearse como objetivo hacer dieta reduce las probabilidades de alcanzar el objetivo. En lugar de eso es preferible que nos planteemos aprender a comer, cambiar de hábitos, cambiar nosotr@s, y como consecuencia, podremos adelgazar y conseguir mantener el peso bajado una vez de terminar el proceso.

7. Pensamientos erróneos, negativos, limitantes; conscientes e inconscientes:

Aquí podríamos enumerar muchísimos pensamientos, creencias, miedos… Por ejemplo:

-“No tengo fuerza de voluntad, no puedo, no soy capaz”: “tanto si crees que puedes como si no, estás en lo cierto” (Henry Ford). ¿No crees que eres capaz porque no has podido lograrlo hasta ahora o no has podido lograrlo hasta ahora porque no has creído que eras capaz? Tú decides qué creer.

-“Yo soy así, la/el gordit@ de la famila/cuadrilla”: el peso es algo que puede modificarse, en todo caso, estás gordit@. Ese estado con el que te identificas, puede modificarse, pero es importante que a la par que tu cuerpo cambie, también lo haga tu mente. Hay personas que a pesar de adelgazar muchísimo siguen sintiéndose, incluso percibiéndose, como antes. Lo cual les lleva a actuar como antes…

-“Yo soy así, muy de extremos, o blanco o negro”: decir que uno es así es la justificación idónea para no hacer nada por cambiar, “ya que no hay nada que pueda hacer, porque es así, y ya está.” El pensamiento dicotómico, ese que nos lleva a pensar en varios polos opuestos y extremos, también puede cambiarse. De hecho, cambiarlo nos supondrá un gran beneficio en diferentes áreas de nuestra vida. Como ocurre con los instrumentos musicales, “si una cuerda está muy floja, no suena; y si está demasiado tensa, se rompe. El equilibrio está en el medio”.

En este punto queda claro que en un proceso de cambio como este, el papel de un psicólogo, también es imprescindible.

8. Centrar el resultado únicamente el el número que marca la báscula: si reformulamos el objetivo y nos planteamos cambiar de hábitos, cada hábito que cambiemos será por sí mismo un resultado, un avance. Pero a menudo, si no bajamos de peso, o esta bajada va más despacio de lo que nos gustaría, nos frustramos y desmotivamos. Lo cual puede llevarnos a abandonar el proceso. Eres más que el número que marca la báscula y este número, tendrá el significado que tú quieras darle.

9. Esperar que alguien o algo “nos adelgace”, un milagro: si estás buscando a quien puede cambiarte, ponte frente al espejo. Los distintos profesionales de la salud como un nutricionista y un psicólogo, pueden acompañarte, apoyarte, guiarte… en este proceso, pero no cambiarte; eso solo puede hacerlo un@ mism@. El proceso es tuyo, por lo que es imprescindible que seas el/la protagonista de tu historia y te impliques en ella.

El mayor experto en ti mismo eres tú. Ya cuentas con todo lo que necesitas.

Nerea Gomez y Judith Etxezarreta (Psicóloga y Nutricionista)

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