DÉJATE SENTIR

Cuando hablamos sobre emociones y sentimientos, solemos tener la mala costumbre de clasificar unas emociones como positivas o buenas y otras como negativas o malas.

Entre las consideradas buenas pueden estar la alegría, la felicidad, el amor… ¿Y en entre las malas? Seguro que os vienen a la cabeza emociones con tan mal márketing como la tristeza, la ira o el enfado, la envidia, el nerviosismo o la ansiedad, el miedo…


Sin embargo, todas y cada una de ellas, “buenas” y “malas”, mejor dicho, “agradables” y “desagradables”, tienen su función…

La cuestión es que desde pequeños vamos aprendiendo a potenciar y mostrar unas y a reprimir y esconder otras. Parece que las primeras son aptas para mostrar al público y las otras “son para uno mismo, y que nadie se entere porque está feo…”

Cuando un niño llora, ¿qué se le suele decir? “Shh, no llores, tranquilo, no pasa nada…”

Y siempre hay alguien que lo remata diciendo “pareces una niña, los niños no lloran”…

Esta costumbre la mantenemos siendo adultos también.

En las redes sociales sólo compartimos buenas noticias, la publicidad nos bombardea con gente feliz después de consumir lo que nos quieren vender, cuando alguien nos pregunta la a veces pregunta automática “¿qué tal estás?” a menudo respondemos automáticamente que “bien”…

Y aún con nosotros mismos, nos cuesta reconocer, aceptar y dejarnos sentir lo que sentimos, si esas emociones son “desagradables”. Queremos que alguien o algo nos las quite cuanto antes, al igual que anestesiamos otras sensaciones corporales… Al mínimo dolor de cabeza ya tenemos una aspirina, paracetamol, ibuprofeno… que nos lo quite. Si estamos cansados para seguir haciendo cosas nos tomamos un café u otra sustancia con cafeína que nos “espabile”, en vez de descansar, que es lo que necesitamos y está tratando de decir nuestro cuerpo…

Con las emociones tratamos de hacer lo mismo, de anestesiarlas, a menudo las reprimimos y evitamos sentirlas. Pero por mucho que miremos a otro lado, siguen estando ahí, esperando a que bajemos la guardia para hacerse notar a modo de dolor de cabeza, de estómago, de inquietud interna… Aquéllo a lo que openemos resistencia persiste. Así, si nos openemos a vivir lo que sentimos, esa emoción persistirá, en vez de seguir su curso natural e irse. Se irá acumulando junto a otras, como en una presa, hasta que esta rebose o se rompa y entonces salgan con más fuerza, pudiendo causar destrozos a su paso…

Tus emociones son importantes, debes prestarles atención, escuchar lo que quieren decirte. Como hemos dicho anteriormente todas tienen su función. No hagas como si no pasara nada y actúa.

Si por ejemplo estás disgustad@ con tu pareja porque ha hecho algo que te ha molestado, si no se lo dices, ese malestar va a seguir estando ahí hasta que hagas algo con él. Esa puede ser la consecuencia de decidir no dejarte sentir lo que sientes. Y puede que algún día, ese malestar se acumule con otros y cuando salgan no sea de la manera más adecuada…

Si decides hacer algo y comunicárselo a tu pareja, además de liberarte de esa emoción, puede que se lo digas de una manera más apropiada. Aunque la consecuencia de tomar esta decisión puede ser que esta vez sea a tu pareja a lo que no le siente bien lo que le digas… En toda decisión que tomamos hay un coste y una ganancia. Corresponde a cada uno decidir cuál nos pesa más…

Pero si decides ser coherente entre lo que piensas, sientes y haces, sentirás una liberación, te sentirás en paz, por respetarte a ti mism@, dejándote sentir lo que sientes sin juzgarlo, ni reprimirlo. Tan solo sintiéndolo.

Nerea Gomez, psicóloga sanitaria.

Comentarios

  1. Muy buen post... Vivimos en una época en la que compartir nuestros verdaderos sentimientos y ser coherentes se ven coaccionados por el bombardeo de información de los medios que nos exigen suprimir y negar las emociones dejando de lado la tristeza, negando cualquier otro sentimiento que no sea "estar bien"

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