DEJA DE PONER EXCUSAS

Todos tenemos algún objetivo que nos gustaría cumplir y que día tras día, mes tras mes, año tras año… vamos dejando atrás en la lista de propósitos.

¿Por qué lo hacemos? ¿Por qué nos cuesta tanto cambiar aunque sea algo que realmente deseemos?

Seguramente que te habrás intentado convencer con estos “argumentos”:



-No tengo tiempo
-Ahora no es el momento
-No tengo dinero
-No tengo fuerza de voluntad
-No soy capaz
-A estas alturas ya es demasiado tarde
-….

Reflexiona y antes de responder sé sincer@ contig@ mism@: ¿realmente son esos los motivos por los que no cambias?

Es cierto que el ritmo de vida que llevamos y los horarios tan ajustados que tenemos a veces dejan muy poco margen pero realmente se trata más de una cuestión de prioridad, no de tiempo.

En cuanto a que sea el momento adecuado, ¿cómo podemos estar seguros de que no es ahora? Si nunca tenemos tiempo para hacer las cosas que queremos, puede que cuando queramos hacerlas ya no tengamos tiempo. Si esperamos a que llegue el momento perfecto para hacer algo que queremos, puede que nos quedemos esperando el resto de nuestras vidas.

¿Falta de fuerza de voluntad dices? Plantéate la siguiente pregunta: ¿Realmente has hecho todo lo que podías hacer y estaba en tus manos?  ¿De verdad de la buena?

Esto nos lleva a la siguiente excusa, la de “no soy capaz”. Henry Ford decía que “tanto si crees que puedes como si no, estás en lo cierto, porque todo depende de lo que tú creas”. Y aquí viene la buena noticia: lo que tú creas, depende de ti.

Nunca es demasiado tarde para cambiar y hacer algo que deseas, a no ser que quieras ser un niño prodigio teniendo ya 60 años más que cumplidos…

Entonces, ¿qué es lo que nos impide cambiar y alcanzar nuestros objetivos?

El cambio conlleva incertidumbre. A muchas personas esta incertidumbre les hace sentirse inseguras, y entonces, se quedan donde están, que aunque no estén del todo bien, están “cómodas”, “seguras”. Por eso se le llama “zona de confort”.

Muchas personas creen que si salen de esa zona de confort ya no podrán volver. Pero lo cierto es que cuando salimos de esa zona y aprendemos algo nuevo, crecemos. Y  nuestra zona de confort también crece, se amplia.

Además, aunque no nos demos cuenta, estamos cambiando constantemente. Seguro que hoy no piensas igual sobre X temas de lo que pensabas hace un año, por ejemplo. El cambio, es inevitable. A veces, estos cambios imprevistos son desagradables y no están bajo nuestro control. En estos casos lo que sí que podemos hacer es decidir cómo queremos afrontarlos.

Pero en los cambios que sí podemos decidir, ¿por qué no hacerlo? Puede que nos de miedo, aunque nos cueste reconocerlo. Y es completamente normal y comprensible. Nos da miedo no ser capaces de conseguirlo, o de conseguirlo y darnos cuenta de que no era realmente lo que queríamos, o de no poderlo mantener en el tiempo… Nos da miedo el coste que pueda acarrear el trabajar para conseguirlo (esfuerzo, dedicar menos tiempo a otras cosas y  personas, …).

Un cambio implica un proceso de duelo. Por eso, también pasamos por distintas fases. Y una de ellas es la resistencia. La resistencia al cambio puede ser inconsciente, pero no por eso deja de ser nuestra. Para poder gestionarla, primero debemos darnos cuenta de que está ahí. Y también debemos analizar cuál es el beneficio que obtenemos al no cambiar. Por ejemplo, si lo que me cuesta es decir que no a los demás, si sigo actuando igual, no tengo que enfrentar mi miedo a que quizá se enfaden… Pero cada vez que les digo sí a los demás, me estoy diciendo que no a mí, y eso a la larga, me va desgastando…
La decisión de cambiar está en nuestras manos y solo depende de uno mismo. Nadie puede cambiar si no quiere.

Pero si realmente quieres, déjate de excusas y ponte en marcha. Puede que te sorprendas y te des cuenta de que no era para tanto. A menudo las historias que nos contamos sobre la realidad son peores que la realidad en sí misma…

De acuerdo, dar un cambio en tu vida puede asustar, ¿pero acaso no asusta más lamentarse de no haberlo hecho?

Algunas personas quieren que ocurra algo. Otras, sueñan que pasará por sí solo. Otras, hacen que suceda. ¿Cuál de ellas eres tú?

Nerea Gomez, psicóloga sanitaria.

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