PARTE 2
3)
Pensamientos conformistas frente a los mandatos sociales
La palabra clave para flexibilizar
los mandatos sociales sobre el amor y la pareja es: depende.
Es conveniente asumir una actitud
crítica frente a ciertas exigencias y no tragar entero. Algunos de
los mandatos sociales que nos impiden resolver satisfactoriamente
nuestra vida afectiva y ponerle límites al amor enfermo son las
siguientes:
*1er mandato social: “la
separación es un fracaso”
Depende. Algunas
separaciones son liberadoras y otras, traumáticas; algunas dolorosas
y otras, placenteras. Una buena separación es siempre mejor y más
saludable que un mal matrimonio, no solamente para la pareja sino
también para los hijos.
*2º
mandato social: “qué va a pensar la gente de mí si me separo”
Hagas lo que hagas, la mitad de las
personas te va a criticar. La necesidad de aprobación es un problema
que requiere de ayuda profesional. ¿Por qué le das tanta
importancia a la opinión de los demás? La gente que te critica no
te ayudará, no te servirán de soporte en ningún sentido cuando te
sientas mal. Entonces, ¿para qué tenerlos en cuenta?
*3er
mandato social: “mi deber es luchar por el matrimonio”
Luchar por el matrimonio
implica tener con quién compartir la lucha. Salvar una relación
siempre es un trabajo de dos: si no hay con quién, el problema se
hace irresoluble o queda latente.
*4º
mandato social: “la mujer es el pilar de la familia”
En realidad, los pilares de
la familia, y no el pilar, son todos los adultos responsables que
forman parte del grupo familiar: padre, madre e hijos.
4)
Pensamientos catastróficos frente al futuro:
El miedo al futuro y la
incertidumbre ante lo que pueda venir hacen que muchas personas se
paralicen y no sean capaces de tomar decisiones acertadas. ¿Por qué
cuando traspasamos los límites del amor maduro y entramos en una
relación enfermiza, aun sabiendo lo que pasa, no hacemos nada al
respecto? Una de las razones es el miedo al futuro; a lo desconocido,
a equivocarse, a sentir culpa, a arrepentirse y a la soledad
afectiva. La expectativa de un porvenir incierto hace que se prefiera
lo malo a lo posible.
Tratar de modificar o acabar una
relación enfermiza o reestructurar las relaciones de poder con la
persona que queremos, genera estrés e inseguridad. Pero una cosa es
ser realista frente al futuro y prepararse para cualquier
eventualidad y otra muy distinta es generar un trastorno de ansiedad
anticipatoria y preocuparse irracionalmente.
*“¿Y
si me arrepiento?”
Este miedo a cometer un error
irreparable adquiere dos facetas: la de querer regresar a la relación
y que nos digan que no y/o dudar de que hayamos hecho lo humanamente
posible para salvar la relación. El problema es que para algunos,
“lo humanamente posible” es definitivamente ilimitado.
Siempre hay posibilidades de que te
arrepientas, por eso, cualquier decisión que tomes debe ser
reflexionada y razonable. Deliberación seria y profunda, pros y
contras, sin autocompasión ni autoengaño.
*“¿Y
si mi ex cambiara su forma de ser y otra persona disfrutara de los
beneficios que yo no tuve?”
La peor pesadilla para un
separado/a que aún quiere a su ex es verle feliz acompañada/o por
una nueva conquista y que se le vea feliz.
Miedos anticipatorios:
-”¿Y si mi ex pareja vuelve a
ser como era al principio, dulce y cariñoso/a?”: pues si eso
ocurriera, tienes un motivo más para no volver atrás: no quiso
mejorar contigo, sino que decidió cambiar su manera de ser con otra
persona. No merece tu amor ni tu complacencia.
-”¿Y si alguno se aprovecha de mi
inversión?”, dicho de otra manera: “¿Y si después de tanto
esfuerzo y tiempo invertido, llegara cualquier espabilado y
disfrutara de lo que yo no pude?”: pero a ti no te interesa
disfrutar de tu ex, ya no lo amas o no te conviene. ¿A qué disfrute
te refieres? Si te alejaste fue precisamente porque la relación
estaba mal, porque era destructivo para todos.
Esta manera de anclarse en el
pasado es terrible, porque muestra que la persona sigue aferrada al
otro y aún considera que le pertenece en algún sentido. No se puede
empezar una vida satisfactoria sin hacer borrón y cuenta nueva.
*“La
esperanza es lo último que se pierde”
¿La esperanza es lo último que
hay que perder? Si estoy en una isla desierta, es posible que la
esperanza de que me encuentre un barco o un avión me conserve en pie
y con ánimo. Pero si estoy en una relación destructiva con pocas
probabilidades de mejoría, la esperanza puede mantenerme allí
eternamente. En este caso, la esperanza es lo primero que hay que
perder y no lo último, y de ser posible, reemplazarla por un
realismo, aunque no nos guste. La esperanza es la creencia de un
futuro prometedor: si está sustentada en hechos y es racional,
bienvenida, pero si es una fantasía, una ilusión sin sentido que
impide avanzar en la vida, hay que deshacerse de ella. Si ya no te
ama, ¿para qué la esperanza?
*“Debe
ser muy difícil empezar de nuevo”
Si estás pensando que lo que viene
es terrible, mi respuesta, una vez más es, depende. La gente que
termina una relación tiende a ubicarse en dos extremos: están los
que “vuelven a nacer”, y los que “deben elaborar un duelo
complicado, porque la relación no era tan mala”.
Por lo general, pasados los 2-3
primeros meses, si la relación no fue la mejor del mundo, las
personas comienzan a renacer de sus cenizas. Pero si la relación era
relativamente buena y la ruptura tuvo lugar porque nos cambiaron por
otro y otra, la cuestión puede requerir ayuda profesional. En estos
casos, aunque la autoestima y el orgullo herido tardan en levantar
cabeza, a a veces, la mejor cura es una nueva relación, cariñosa y
tranquila.
Algunas personas piensan que: “más
vale malo conocido que bueno por conocer” y de esta manera evitan
tener que empezar de nuevo. Lo único que logra este tipo de solución
es que el problema se multiplique de manera exponencial, porque lo
“malo” se hace “intolerable”.
Con todo esto, podemos concluir que el que ama es el cerebro y no el corazón. No importa cuánto te aman, sino cómo lo hagan. Aunque no haya golpes ni patadas, el aburrimiento y el maltrato psicológico pueden destruir cualquier relación.
Adaptado por Nerea Gomez, psicóloga sanitaria.
Basado en el libro "Los límites del amor", de Walter Riso.
Con todo esto, podemos concluir que el que ama es el cerebro y no el corazón. No importa cuánto te aman, sino cómo lo hagan. Aunque no haya golpes ni patadas, el aburrimiento y el maltrato psicológico pueden destruir cualquier relación.
El amor sano no es una tabla de mandamientos ni un listado de códigos, sino un proceso vital de descubrimiento y crecimiento personal.
Tu relación es libre y autónoma cuando:
-Puedes disponer de tu tiempo y tus cosas. Practicar un egoísmo responsable.
-Expresas tus puntos de vista cómodamente.
-Puedes desarrollar tus actividades tranquilamente.
-No debes pedir permiso.
-Las obligaciones no te asfixian.
-Tu pareja no te vigila.
-Sientes que creces como persona.
-No debes justificar y explicar cada comportamiento frente a tu pareja como si fuera un juez.
-Obras de acuerdo con tus decisiones.
-Puedes expresar el amor como quieras.
-Tu pareja escucha seriamente tus quejas.
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Si tu relación es libre y autónoma, si no hay riesgos para tu seguridad física o psicológica, tus principios no se ven afectados, y sin esas "excusas o ideas irracionales sobre el amor", estás verdaderamente a gusto con tu pareja y quieres seguir con ella, acelera y vive el amor intensamente; pero de no ser así, sería conveniente que pusieras unos límites, porque en una relación, el amor sólo no basta (leer el artículo "El amor sólo no basta") .
Adaptado por Nerea Gomez, psicóloga sanitaria.
Basado en el libro "Los límites del amor", de Walter Riso.
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