TENGO UN PROBLEMA, ¿QUÉ PUEDO
HACER?
Los
problemas forman parte de nuestra vida diaria. Todos pasamos por momentos difíciles,
algunos son tan complicados que a veces podemos pensar que no tienen solución. Pero
ojo, un problema es un problema, si tiene solución (aunque en ese momento no
dispongamos de ella), si no, es un hecho, que debemos aceptar, por mucho que
nos cueste, si queremos avanzar.
Frente
a situaciones que nos desestabilizan, pueden pasar varias cosas: que la situación
nos superé al no encontrar una solución, o que superemos la situación y la
experiencia nos sirva para crecer.
Al
no encontrar la solución a un problema, aumenta el estrés, la ansiedad y otros
estados de ánimo negativos. Aunque actuar sin conocer la solución adecuada
equivale a actuar de modo poco eficaz, por eso, lo más probable es que no
actuemos. Ante esta situación nos encontramos preocupados, irritables, tristes,
confusos… Incluso podemos somatizarlo y expresarlo en el cuerpo a modo de
dolores de cabeza, insomnio, dolores de espalda, problemas digestivos…
Lo
que pasa es que muchas veces definimos el problema de manera errónea y por
ello, no encontramos soluciones. Por lo tanto, el problema no es el problema,
es la solución. Es decir, el problema no es la situación en sí, sino la
respuesta o no respuesta que damos ante ella.
¿Qué
podemos hacer para solucionarlo? Esta es una buena técnica:
- Orientación al problema: la orientación que tengamos hacia esa situación influirá en la manera de responder a ella. Conviene que tengamos en cuenta estas actitudes:
-Aceptar que los problemas forman parte de
nuestro día a día y que somos capaces de hacerles frente.
-Reconoces las situaciones problemáticas.
-No responder de forma impulsiva.
- Formulación y definición del problema:
Este paso es muy importante, definir el
problema adecuadamente facilita la proposición de soluciones eficaces. Se trata
de buscar toda la información que está relacionada con el problema: ¿Quién está
implicado? ¿Qué ocurre? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Qué quiero lograr? ¿Qué puedo
hacer yo?
Ahora nos plantearemos metas concretas y
realistas.
- Generación de alternativas:
Cuantas más, mejor. Lluvia de ideas, no
descartes ninguna por muy descabellada que te parezca, luego ya llegará el
momento de escoger. Propón soluciones diferentes, incluso combinaciones de
varias de ellas.
- Toma de decisiones:
Para ello, primero debemos valorar las
consecuencias positivas y negativas de cada una de las alternativas propuestas
en el punto anterior. Tras valorar la(s) mejor(es) opcion(es), debemos tomar
una decisión y escoger qué vamos a hacer.
- Ejecución y verificación de los resultados:
Ahora debemos pasar a la acción y poner en
práctica la(s) alternativa(s) que hemos escogido y valorar si resuelven el
problema y en qué grado lo hacen. También debemos valorar nuestra actuación,
ponernos nota a la forma de actuar que hemos tenido y preguntarnos qué hemos
hecho bien y qué podríamos mejorar.
Si el problema se ha solucionado, el proceso
se acaba aquí, si no, debemos analizar por qué no ha resultado y volver a
repetir el proceso.
Esta misma técnica también puede resultar útil
cuando estamos ambivalentes frente a algo, indecisos, y debemos tomar una decisión. Podemos poner en
varios folios las opciones que estamos barajando, y valorar sus pros y contras.
Esto nos puede ayudar a aclararnos y a inclinarnos por una de ellas. Por supuesto, también es válida a la hora de trazar un plan para alcanzar nuestros objetivos. Y tu, ¿qué
decides?
Nerea Gomez, Psicóloga.
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