TENGO UN PROBLEMA, ¿QUÉ PUEDO HACER?


Los problemas forman parte de nuestra vida diaria. Todos pasamos por momentos difíciles, algunos son tan complicados que a veces podemos pensar que no tienen solución. Pero ojo, un problema es un problema, si tiene solución (aunque en ese momento no dispongamos de ella), si no, es un hecho, que debemos aceptar, por mucho que nos cueste, si queremos avanzar.

Frente a situaciones que nos desestabilizan, pueden pasar varias cosas: que la situación nos superé al no encontrar una solución, o que superemos la situación y la experiencia nos sirva para crecer.

Al no encontrar la solución a un problema, aumenta el estrés, la ansiedad y otros estados de ánimo negativos. Aunque actuar sin conocer la solución adecuada equivale a actuar de modo poco eficaz, por eso, lo más probable es que no actuemos. Ante esta situación nos encontramos preocupados, irritables, tristes, confusos… Incluso podemos somatizarlo y expresarlo en el cuerpo a modo de dolores de cabeza, insomnio, dolores de espalda, problemas digestivos…

Lo que pasa es que muchas veces definimos el problema de manera errónea y por ello, no encontramos soluciones. Por lo tanto, el problema no es el problema, es la solución. Es decir, el problema no es la situación en sí, sino la respuesta o no respuesta que damos ante ella.

¿Qué podemos hacer para solucionarlo? Esta es una buena técnica:



  1. Orientación al problema: la orientación que tengamos hacia esa situación influirá en la manera de responder a ella. Conviene que tengamos en cuenta estas actitudes:
-Aceptar que los problemas forman parte de nuestro día a día y que somos capaces de hacerles frente.
-Reconoces las situaciones problemáticas.
-No responder de forma impulsiva.

  1. Formulación y definición del problema:
Este paso es muy importante, definir el problema adecuadamente facilita la proposición de soluciones eficaces. Se trata de buscar toda la información que está relacionada con el problema: ¿Quién está implicado? ¿Qué ocurre? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Qué quiero lograr? ¿Qué puedo hacer yo?

Ahora nos plantearemos metas concretas y realistas.

  1. Generación de alternativas:
Cuantas más, mejor. Lluvia de ideas, no descartes ninguna por muy descabellada que te parezca, luego ya llegará el momento de escoger. Propón soluciones diferentes, incluso combinaciones de varias de ellas.

  1. Toma de decisiones:
Para ello, primero debemos valorar las consecuencias positivas y negativas de cada una de las alternativas propuestas en el punto anterior. Tras valorar la(s) mejor(es) opcion(es), debemos tomar una decisión y escoger qué vamos a hacer.

  1. Ejecución y verificación de los resultados:
Ahora debemos pasar a la acción y poner en práctica la(s) alternativa(s) que hemos escogido y valorar si resuelven el problema y en qué grado lo hacen. También debemos valorar nuestra actuación, ponernos nota a la forma de actuar que hemos tenido y preguntarnos qué hemos hecho bien y qué podríamos mejorar.

Si el problema se ha solucionado, el proceso se acaba aquí, si no, debemos analizar por qué no ha resultado y volver a repetir el proceso.

Esta misma técnica también puede resultar útil cuando estamos ambivalentes frente a algo, indecisos,  y debemos tomar una decisión. Podemos poner en varios folios las opciones que estamos barajando, y valorar sus pros y contras. Esto nos puede ayudar a aclararnos y a inclinarnos por una de ellas. Por supuesto, también es válida a la hora de trazar un plan para alcanzar nuestros objetivos. Y tu, ¿qué decides?

Nerea Gomez, Psicóloga. 

Comentarios