Como
bien dice la frase de Antonio Machado, es de necios confundir el valor con el
precio. A veces, al igual que hace un trabajador de un centro
comercial, nos encanta etiquetarnos y etiquetar a la gente con un
"precio", pero nos olvidamos de lo valiosas que son las personas o,
lo que es peor, de lo valiosísimos que somos nosotros mismos.
Nos ponemos ropa para que nos etiqueten y nos pongan precios en función ella, o
actuamos según las apariencias... pero, el precio puede rebajarse, perderse…
A
veces, a pesar de tener un grandísimo valor, nos vendemos barato y nos ponemos
etiquetas de feos, gordos, tristones, enfermos y no vemos más allá de ese
precio de ganga que nos hemos colocado.
En cambio, cuando fomentamos nuestro verdadero valor permitimos que los
verdaderamente expertos se den cuenta de todo todo lo que valemos. ¿O acaso
crees que sin ser joyero uno podría diferenciar el verdadero valor de ese
diamante en bruto que parece una piedra más?
Por
eso es muy importante ser experto en el valor que tiene uno mismo en sus
cualidades positivas ya que así podremos querernos muchísimo más y valorar
mejor a la gente que nos rodea.
Para
ello, nos gustaría que leyeras este cuento:
EL VERDADERO VALOR DEL ANILLO
-Vengo, maestro, porque me siento tan
poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no
hago nada bien, que soy torpe, bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo
hacer para que me valoren más?
El maestro sin mirarlo le dijo:
-Cuanto lo siento muchacho, no puedo
ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizás después... – y
haciendo una larga pausa agregó- si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría
resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.
-E...encantado, maestro –titubeó el
joven, pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades
postergadas.
-Bien – asintió el maestro. Se quitó el
anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al
muchacho agregó – toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el
mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario
que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda
de oro. Vete antes y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.
El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo
a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés hasta
que el joven decía lo que pretendía por el anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de
oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y solo un viejito fue tan
amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era
muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo.
En afán de ayudar, alguien
le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía
instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta.
Después de ofrecer su joya a toda
persona que pasaba por el mercado – más de cien personas – y abatido por su
fracaso, montó su caballo y regreso.
Cuanto hubiera deseado el joven tener él
mismo esa moneda de oro! Podría entonces habérsela entregado al maestro para
liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda.
Entró en la habitación.
- Maestro – dijo – lo siento, no es
posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres
monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del
verdadero valor del anillo.
- Qué importante lo que dijiste, joven
amigo – contestó sonriente el maestro – debemos saber primero el verdadero
valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo?
Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuanto te da por él. Pero no
importa lo que ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar.
El joyero examinó el anillo a la luz del
candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego dijo:
- Dile al maestro muchacho, que si lo
quiere vender ya, no puedo darle más de 58 monedas de oro por su anillo.
- ¡¿¿58 monedas??! – exclamó el joven.
-sí – replicó el joyero – yo sé que con
tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé... Si la venta
es urgente...
El joven corrió emocionado a casa del
maestro a contarle lo sucedido.
- Siéntate – dijo el maestro después de
escucharlo - . Tú eres como este anillo: una joya valiosa y única. Y como tal,
solo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿qué haces por la vida
pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
Y diciendo esto volvió a ponerse el
anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda.
¿Qué te hace
pensar este cuento? ¿Podrías sacar
alguna moraleja para tu día a día?
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